Psicología personal
En contraposición al capítulo “Dinámica de grupo”, a veces puede pasar que en una situación de supervivencia nos encontremos en soledad. Pero este capítulo aplica también al caso personal incluso si se está o no en compañia.
Si estamos solos; es verdad, somos animales sociables y la soledad nos va a pesar mucho en estas situaciones. Saberlo, aceptarlo y prepararse para ese golpe es esencial para no sufrirlo tanto cuando llegue el momento. Sin embargo no es una sentencia de muerte eso; siempre podemos adaptarnos y sobrevivir.
La disciplina
La disciplina es la base de toda organización (principalmente militar). Una estricta autodisciplina contribuirá a mejorar la situación de supervivencia individual o de grupo. Mantener un buen aspecto, tanto físico como anímico, levantarse al amanecer, marcarse un hora- rio, la higiene personal, la limpieza de la zona, etc., ayudarán a mantener la presencia de ánimo.
La fatiga, las privaciones, etc., conducen inevitablemente a una pérdida de moral, que se traduce en actos de indisciplina que es necesario cortar radicalmente apelando a las medidas más enérgicas.
El Jefe vigilará directamente a sus hombres para evitar las discusiones, las peleas, la murmuración, la resistencia pasiva, el incumplimiento de las órdenes y la negligen- cia. Debe ser justo y equitativo en la distribución de misiones, peso a transportar, ra- ciones, etc., y que las medidas disciplinarias que tome ni sean ni parezcan arbitrarias, injustas, inoportunas o debidas a consideraciones personales.
La moral
La falta de confianza en sí mismo, en las propias creencias y en la misión, hará que en una situación de crisis se produzca la desmoralización, lo que traerá consigo una actitud de pasividad ante cualquier riesgo o peligro.
El nerviosismo
El nerviosismo crea un estado de ansiedad que lo hace a uno descuidado e impa- ciente, exponiéndose muchas veces a riesgos innecesarios.
El nerviosismo conduce también a la irritación, la cual impide razonar. Cuando esto ocurra, conviene detener las actividades y calmarse, empezando de nuevo.
La experiencia demuestra que sin llegar al estrés, la inquietud crea defensas ante el peligro. Eliminarla por completo significa renunciar a una importante fuerza impul- sora en el mecanismo de la vida. Algo de tensión, ese hormigueo que padecen algunas personas, ese nerviosismo del paracaidista antes del salto, resulta indispensable cuando se trata de demostrar de lo que uno es capaz.
El hombre ha de emplear la razón para obligarse a prestar atención, pero no asus- tarse, por un acontecimiento peligroso o amenazador. Es necesario pensar, para evitar el estrés, que todo problema tiene una solución y que el conocimiento, la conciencia de ese peligro o amenaza, es el primer paso para su solución.
El momento de consciencia
El momento de consciencia en donde uno se da cuenta de la situación en que se encuentra, su embergadura, sus dificultades y desafios estando completamente solo (físicamente o psicológicamente) puede ser realmente duro. Generalmente las personas que no están preparadas para ese primer golpe (y generalmente el más duro de todos) terminan con pensamientos suicidas, desesperación, descuidos, trastornos mentales (el sindrome de Estocolmo es uno) y hasta la elección de rendirse y dejarse atrapar o morir.
No vamos a mentir diciendole que es fácil superarlo, ya que viene del inconsciente, pero hay algunas formas que podemos usar para mitigarlo:
- Hablar a uno mismo de forma positiva
- Mantenerse activo mental y físicamente con algo
- Planear y pensar continuamente
El exceso de tensión atonta y se relaciona con el pánico, la angustia y la psicosis colectiva. La tensión influye en el rendimiento, la moral y la capacidad de trabajo.
El dolor, las heridas, la enfermedad
En el aspecto físico, en una gran mayoría de los casos, el individuo se encontrará con un vigor muy disminuido y una salud debilitada por las privaciones y heridas, que, lógicamente, también repercutirán en su moral.
Mientras se busca o aplica un remedio, hay que poner en juego la fuerza de volun- tad para no dejarse dominar por el dolor.
Hay que pensar que, por encima de heridas o enfermedades, está el cumplimiento del deber y la voluntad de sobrevivir, concentrándose en el planeamiento y decisión de lo más urgente, con una ocupación constante.
CÓDIGO DEL SUPERVIVIENTE
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Superar el pánico y el miedo. El miedo agudiza nuestros sentidos y nos templa para afrontar con éxito los peligros que nos amenazan. Pero ha de ser refrenado y debidamente canalizado para que no se transforme en pánico.
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Utilizar todas las fuerzas para sobrevivir. La idea de la muerte, cuando en una situación de supervivencia se está agotado por diferentes motivos, no parece en absoluto repulsiva, es más, se contempla como un descanso. Por eso, nuestra voluntad de vivir debe ser constante.
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Pocas cosas salen bien si se hacen a la ligera. Cuanto más desesperada es una situación, más necesarias son la disciplina, el orden y el método.
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Estimar el valor de las cosas. En una situación de supervivencia, nada, por nimio o insignificante que nos parezca, debe desestimarse. Todo puede tener su utilidad en un momento determinado.
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Recordar dónde se encuentra. Haciendo un recuento de los medios disponibles y de los peligros existentes, se podrá formar un plan a seguir, cuyo objetivo principal debe ser enlazar con las fuerzas propias.
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Valorar la situación. Ocupar la mente de inmediato con un análisis de la situación y de las tareas que se imponen con mayor urgencia.
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Improvisar. La imaginación es una fuente inagotable de recursos. La ausencia de medios debe ser un acicate, nunca un obstáculo insalvable.
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Vivir como los nativos. Las costumbres de los habitantes de una determinada zona no son fruto del capricho o el azar, sino consecuencia de la adaptación del individuo al medio en el que vive.
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Aprender. De todo y de todos, constantemente; de ello dependerá la vida.